Aún no hemos visto legiones de quinceañeras acampadas a las puertas de Madrid Fusión pero los chefs ya levantan pasiones.
Marta Muñoz-Calero 03 de octubre de 2011
Cuando los cocineros se convirtieron en celebrities era sólo cuestión de tiempo que naciera el fenómeno “chef fan”. Han creado sus clubs y prefieren pagar 200 euros por un menú degustación que gastárselo en unos Louboutin. Idolatran a sus cocineros favoritos como si fueran estrellas del rock y han forrado la red de blogs sobre sus héroes.
Ya no eres nadie si no adoras a Jaimie Oliver o pasas tus madrugadas en el canal nova viendo a Gordon Ramsay salvar restaurantes de la quiebra. Facebook arde con los millones de "me gusta" que generan los celebrity chefs. Solo la página de “The Nacked Chef” (mote con el que se conoce a Oliver) reza “a 697.064 personas les gusta esto”. Es el rey del mass media y cuenta con una revista, tres programas de televisión y siete restaurantes. Otra de las estrellas es Gordon Rampsey, no sólo por las diez que le han otorgado los de la guía Michelin sino por ser el número dos en ingresos según la revista Forbes (7,5 mollones de dólares anuales) y un genio de las audiencias. Gracias a su reality, Kitchen Nightmares, ya ha cosechado un Bafta y un Emi. Wolfgang Puck es el único que desbanca a Rampsey con unos ingresos anuales de 16 millones de dólares gracias a su restaurante Spago en Los Angeles (el preferido de las celebrities holliwodienses); sus otros quince locales y su propia marca de productos gourmet le hacen encabezar la lista de los más seguidos en tweeter.
No puedo olvidarme de otros grandes del star system gastronómico como Nobuyuki Matsuhisa, padre de los 17 Nobus que pueblan el globo y chef del sushi de los famosos; o Anthony Bourdain, presentador del magnífico libro “Kitchen Confidential”.
Conocer a los gurús de los fogones es un must y las nuevas generaciones estrenan un nuevo concepto de objeto sexual, los cocineros de moda. Son guapos, canallas, están siempre unavailable y tienen el don de conquistarte por el estómago. En esto insistían mucho las abuelas, si queríamos pescar un buen marido había que ganárselo en la mesa. Pero la tortilla se ha dado la vuelta, y es a nosotras, a las que se nos seduce hoy por las tripas.
Ya sabemos que en este país para hacer listas de rankings (de lo que sea) hay que cogérsela con papel de fumar, pero en temas de guaperas yo nunca voto en blanco. Me voy a arriesgar. Tengo clarísimo quién me quita el apetito. Ésta es mi lista de los jóvenes, chefs, sobradamente guapos.
1. Jaime Renedo, Restaurante Asiana (Madrid)
Habiendo demostrado mucho, frente a Asiana y a Asiana Next Door, este exitoso chef es el top one de mi lista. Vivió en Estados Unidos, Japón e Italia, vamos que es un chico viajado y eso siempre da puntos. Sus ojos negros, su pelo más bien largo y su gran nariz (tengo debilidad por los de nariz grande) son el secreto de su éxito, con las chicas, claro.
2. Victor Enrich, Restaurante Enrich (Madrid)
Es un niño bien de la burguesía catalana y se nota. Estudio empresa y hasta fue consultor en Deloitte pero lo dejo todo por su pasión, la cocina. Me gusta por su aspecto limpito y por su arrebatadora sonrisa de granuja.
3. Javier Muñoz-Calero, Restaurante Tartán (Madrid).
Como delata el apellido, hermano de una servidora, pero se ha ganado el puesto de estar en esta lista por méritos propios. Si no me creen, miren el libro de reservas de su restaurante, las que conquistan los manteles de Tartán son las mujeres. Su aspecto desenfadado pero estudiado gusta, y mucho. Es una verdad a medias, pero siento cierto pudor hablando de él. Pasemos al siguiente.
4. Enrique Valentí, Restaurante Casa Paloma (Barcelona).
Es el dandy de los cocineros españoles. No creo que exista ningún otro chef en este país que calce unos John Lobb. En cuanto cuelga la chaquetilla su atuendo evoluciona a unos unos chinos rojos, una camisa Mao tailor-made con sus iniciales y un impecable blazer algodon/lino que quita el hipo. Tiene su público, se lo aseguro.
5. Senén González, Restaurante Sagartoki (Vitoria)
Estoy segura que muchas de las chicas que van a Sagartoki no es sólo a probar su famoso pintxo de huevo. Senén es el clásico Travolta de patilla gruesa y cierto tupe natural. Me recuerda un poco a Bardem en Jamón, Jamón pero más pulcro.
Su destreza con los pucheros esta “requeteprobadísima” pero muchas de las visitas femeninas a sus comedores tienen un fin más malévolo, ligarse al cocinero. Hace diez años cuando nos asomábamos a las cocinas sólo se vislumbraban señores grandotes entrados en carnes con bigotes. Subijanescos , uniformes derritiéndose de grasa y cierto olor a fritanga. Hoy los cocineros huelen a Aqua di Parma, las chaquetillas han mudado a los colores de tendencia y los gorros emulan a los del Doctor Shepard en Anatomia de Grey.
Las neuronas ya le habían cogido el tranquillo a meterse atracones de sensaciones en los restaurantes pero últimamente reciben nuevas recompensas. Nuestras chef fans se encuentran en la tesitura de pronunciarse y elegir entre mirar al plato o a las nalgas del sollastre cuando sale a la sala a saludar. Comer pone pero los cocineros más.
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